Iniciamos la ruta en el pueblo de Ponticiella (365m), parroquia del mismo nombre del concejo de Villayón.
Dejamos el vehículo en La Plaza, junto a la fuente y bebedero que en su parte superior tiene un pequeño escenario para las fiestas.
Frente a esta fuente, al otro lado de la carretera, sale una caleya que nos dirige al río entre hórreos, paneras y cabazos.
Una vez superado este núcleo rural llegamos aunas fincas por encima del cementerio conocidas por el nombre de Praderías de Cellas.
En línea recta tomamos una pista forestal que atraviesa un bosque maderero de pinos.
Nuestra dirección es suroeste por el viejo camino que comunicaba con Boal.
Se abre un claro, a nuestra izquierda podemos contemplar el pueblo de Solares y La Condia antes de entrar en un nuevo bosque autóctono.
El camino discurre en un cuesta abajo continuo, los restos de una corripia nos recuerdan los tiempos de máximo aprovechamiento y se recogían las castañas .
Alcanzamos unas peñas donde abandonamos el camino para tomar un sendero a nuestra izquierda bien definido.
Dicho sendero, después de unos 400m, gira bruscamente hacia la derecha mostrándonos el embalse de Arbón del río Navia.
Se escucha el ruido de la cascada de Méxica o Zalanceíra del Pontigo como antaño se la conocía.
Unos escalones de piedra y tras 25m, nos plantamos al pie de la cascada.
La cascada de Méxica, en su tramo visitable, tiene forma de crin de caballo con una caída de unos 12m.
Una pequeña canal a su izquierda era usada antiguamente para recoger el agua de un pequeño molino metros abajo y desaparecido bajo el embalse. Usamos esa canal para bajar y fotografiar el resto de cascada. Lástima que por no desbrozar la maleza se cierre esta parte tan vistosa de Méxica.
Dícese que bajo la cueva donde se precipita el agua de la cascada, hay un palacio entero de oro. Allí habitaba un rey moro con sus dos hijas "encantadas". Ambas eran de dorados cabellos muy largos.
Un día apareció un príncipe moro al que le gustaban las damiselas de generosas melenas, enamoró a las hermanas y provocó un conflicto de celos entre ellas por conquistar el corazón del apuesto galán.
Una de las hermanas, por la noche, cortó la melena de la otra y la tiró al río provocando la actual cascada de Méxica. El príncipe moro embelesado por el bellísimo salto de agua y conmovido por la bondad de su dueña terminó desposándose con esta después de rechazar a la otra malvada hermana.
El camino de vuelta lo realizamos por el mismo sitio en ascensión hacia Ponticiella.
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